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El bochornoso mensaje de Milei

Por Federico Bonasso.- 

  • El “ajuste” lo pagarán los más pobres, los jubilados, la clase trabajadora, la clase media o lo que quede de ella.

Bochornoso mensaje del niño que ha tomado el gobierno para destruir al estado. Allá, en un reino neurótico y de memoria frágil llamado La Argentina. Podemos resumirlo así: “los convoco a varios años de desastre, incremento de la pobreza y la indigencia, intensificación de la crisis: háganlo con una sonrisa en la boca porque si se se les ocurre molestarse recibirán los palos del libertarismo en el poder”. “No hay plata”. Pero los palos están listos.

¿No hay plata? Si las 300 familias más ricas de la Argentina, en un gesto tan patriótico como histórico, decidieran sacar al país de la crisis económica, el mundo atestiguaría un milagro aleccionador. No lo verán. Si los cientos de miles de millones de dólares fugados volvieran como divisas, la Argentina se encaminaría a una recuperación en tiempo récord. No lo verán. Macri vuelve al gobierno. Los dólares no.

Lo que sí verán, todos, incluyendo a los que votaron a #Milei, es que el “ajuste” (vaya eufemismo miserable), lo pagarán los más pobres, los jubilados, la clase trabajadora, la clase media o lo que quede de ella. Los pendejos de siempre, pues. La oligarquía rioplatense que hoy sonríe acompañada por el monarca español, el actor ucraniano y el inocente Boric (que ha tenido que prestarse al aplauso ante un programa confeso de represión y acogotamiento del país vecino), ha ganado todas las batallas: la económica, la política y la narrativa. “El ajuste lo pagará el estado, no los privados”. La multitud, que se siente interpelada como si fueran todos empresarios, se entusiasma. Y vuelve a entusiasmarse cuando el nuevo agente con banda que hoy los ricos pusieron en el teatro de la política, aclara con coraje: «Y sólo puede hacerse con la estrategia del shock”. “Po-li-cía, po-li-cía”, responde la ciudadanía liberada. Es que, veamos, mucha gente allá ha comprendido entonces, ¡por fin!, que los principales culpables del desorden social son los que cortan las calles. Se acabó la misericordia con esos sucios. Se acabó el zurdaje. La oligarquía saca los cubiertos de plata para el festejo. Ganó en todos los terrenos.

Pero sólo por un tiempo.

Antes de ir a desayunar quiero escribir y remarcar la palabra argentinas. En femenino. Porque desde la vicepresidenta (que tiene alergia a la “a”) hasta el nuevo mandatario se negaron a usar, aunque fuera una sola vez, un lenguaje que incluya a las mujeres. Hablaron eso sí, de nuevos horizontes para “el hombre” y «los argentinos». Este no es un detalle. En esa mezquina reivindicación lingüística, estos líderes del miedo comunican también su programa ideológico. Han llegado para ejercer resistencia al feminismo. Y a todo lo que huela, vaya paradoja, a libertad en serio. Así se mueve el mundo hoy, como en la distopía de Bradbury donde los bomberos no apagaban incendios sino que quemaban libros. Hoy la nueva esclavitud (o llamémosla con el eufemismo que prefieran) está conducida por los libertarios.

Millones de electores exultantes fueron invitados, bajo el cielo soleado de Buenos Aires, a hacer “el sacrificio”. Ese que no harán las 300 familias mencionadas o los afectos a los paraísos fiscales y que hoy han regresado al gabinete. La Historia se repite mientras millones festejan la llegada del cambio. Esa es la «verdad incómoda» que Milei no le contó a sus votantes. Porque es incómoda para los poderosos. No para esa multitud que festejó que el ente maligno llamado «déficit fiscal» será cubierto por ellos mismos con nuevas tarifas y menos salario y jubilaciones. Y sí, conmovidos tantos hoy con esta «nueva derecha sincera».

Sólo hay un cambio posible en ese país: que los que fugaron los dólares los devuelvan, que los niños mimados de la oligarquía repongan décadas de acumulación inmoral de los recursos. Ahí sí podrían las argentinas y argentinos gritar: ¡viva la patria!

Hoy lo único que gritaron fue: viva el capital.