Fentanilo: Los laboratorios del norte y las pasarelas de zombies
Por Artemisa López
Si yo fuera presidente de Estados Unidos o Canadá, ciertamente me cuidaría de señalar a México como el villano predilecto en la narrativa del fentanilo. Pero aquí estamos, viendo cómo estos gobiernos, dueños absolutos de los laboratorios más sofisticados y discretos del mundo, insisten en trasladar la culpa a su vecino del sur, como si la producción de esta letal sustancia se limitara a cruzar la frontera en mochilas polvorientas. La ironía sería hilarante si no fuera tan descarada: nos piden ser policías, mientras ellos juegan a ser los industriales del veneno.
Y no solo hablamos de América del Norte. En Europa, países como España y Alemania se han convertido en cómplices silenciosos de esta epidemia global. Mientras sus pasarelas de moda se transforman en pasarelas de zombies, nos piden a nosotros que desmantelemos los laboratorios que ellos mismos diseñaron, financiaron y, por supuesto, disfrazaron bajo el manto de la legalidad corporativa. ¿Qué decir de las instituciones financieras que lavan millones provenientes de este negocio y operan con una elegancia que hasta los capos envidiarían?
La hipocresía del norte y el ocaso de la razón
Estados Unidos y Canadá no solo tienen las fábricas más avanzadas; también cuentan con un sistema que se ha perfeccionado para ocultar sus culpas. Desde regulaciones laxas hasta complicidad institucional, su narrativa se basa en subestimar nuestra inteligencia, como si México y el resto del mundo fuéramos incapaces de conectar los puntos. ¿Realmente creen que no sabemos que su supuesta lucha contra el narcotráfico es un espectáculo destinado a distraer mientras los verdaderos beneficiarios siguen operando sin contratiempos?
La moda europea: de alta costura a alta dependencia
En las grandes capitales de la moda, los flashes de las cámaras ahora iluminan no solo las creaciones de diseñador, sino los rostros demacrados de quienes han sucumbido al flagelo del fentanilo. París, Milán, Madrid: la sofisticación de antaño ha dado paso a un desfile de sombras, mientras las autoridades se limitan a culpar a otros, sin mirar el espejo que refleja sus propios laboratorios y redes de distribución. Ya solo les falta solicitar la certificación de la Organización Internacional de Normalización (ISO) para sus laboratorios de fentanilo: ¿producción impecable y con estándares de calidad? ¡Faltaba más!
El espíritu de los investigadores privados
Si algo nos distingue como mexicanos —y como habitantes de un mundo que ha aprendido a sobrevivir a la hipocresía del norte—, es nuestro ingenio, nuestra capacidad para escarbar donde ellos creían haber enterrado sus secretos. Esa subestimación, que tanto les gusta practicar, ha despertado un espíritu de investigación que tarde o temprano desmantelará todos sus laboratorios y fábricas de fentanilo. No porque lo pidan ellos, sino porque la dignidad humana nos exige revelar la verdad.
Una invitación al norte (y al viejo continente)
Así que, si yo fuera presidente de Estados Unidos, Canadá o cualquier nación que participa en esta doble moral, no solo me daría vergüenza seguir señalando a México; me detendría a contemplar el desastre que he permitido crecer en mi propia casa. Porque al final, la verdadera tragedia del fentanilo no es solo su producción o consumo, sino la descarada hipocresía de los líderes que juegan a ser salvadores mientras se benefician del caos que dicen combatir.
Posdata
Quizá el próximo desfile de zombies en Europa y América del Norte también deba incluir una pasarela de líderes hipócritas. Después de todo, el cinismo también merece su propio escaparate.